¿Puede suceder en una misma noche, que en dos de los tres bares que pisamos en un pequeño pueblo, seamos los únicos sin pinchu?
El segundo fue el Home Marin, situado en C/ Arquitecto Villamil, bajo nº 8.
Esta vez la historia fue un tanto curiosa. Sábado por la
tarde, Semana Santa, fútbol y lluvia en la calle. Acabamos en ese bar por
necesidad, ya que no nos gustaba mucho el ambiente futbolero.
Hicimos hueco en la barra y pedimos unas cañas. En la barra
había varios tazones dispuestos para servirse uno mismo que contenían frutos
secos y gominolas mezclados. Lo dulce y lo salado todo junto. Una combinación
asquerosa.
A los pocos minutos un camarero salió de la cocina con una
bandeja con trozos de empanada y comenzó a repartir al público. Pensamos que
esta era la nuestra, que por fin tocaría pinchu. En el momento en que el
camarero se acercaba hacia nosotros , un hombre que estaba delante tiró un vaso
al suelo rompiendo en pedazos, así que todos nos apartamos para no cortarnos
con los cristales ni pisar el líquido.
Conclusión, el camarero también se apartó, pero para no
volver. Y volvimos a ser los únicos del bar que se quedaban sin pinchu porque
hasta el hombre que tiró el vaso, pudo probar bocado antes de cometer su
fechoría.
Semanas después nos enteramos de que esa noche era la
reapertura del local, que había cambiado de dirección. Espero que fueran los
nervios de la inauguración la causa del despiste.